Roxana
Pixaby.com Por más que el cielo estuviera despejado, yo tenía la sensación de que llovía intensamente. Parecía que los dioses descargaran furibunda tormenta de trueno y rayo, destruyendo mi corazón, mi yo consciente. ¿Era miedo? Probablemente. ¿Qué dicen los filósofos del miedo? Que es la distancia mediana entre lo que comprendemos y lo que no. Y allí estaba ella, más alta que en mis recuerdos, con su vestido de margaritas deshojando primaveras, perdiendo el tiempo y ganando la eternidad, que era una gloria verla. Nos saludamos fríamente, porque empezaba a hacer calor. Ya llevaba el casco puesto, así que no pude decirle nada al respecto. Subimos las escaleras en tramos de a cuatro. La cartera de piel reposaba en una de las polvorientas sillas. Con cuidado ritual, extrajo uno a uno los legajos, de brillo astral por efecto del papel secante. La tinta era roja. Volví a pensar en el miedo. La última vez que la vi, en la Facultad de Arquitectura, el atraco en la cafetería, la faca asesina